No busco culpables, y desde luego, el personal sanitario de a pie de cama solo sigue órdenes de las direcciones de los hospitales y residencias. Pero ¿somos conscientes de que hay más enfermedades? ¿De que el mundo no deja de girar? Mi familiar se está muriendo. Habrá muerto prácticamente solo tras un mes de aislamiento “por protocolo”. No soy capaz de recordar cuántas PCR le han realizado este mes (cuatro en el hospital, cinco en la residencia, y al menos otra más en este último ingreso diría yo) todas ellas negativas, y aun así habrá fallecido solo. Solo porque ha permanecido aislado en su habitación mientras iba apagándose lentamente. “Pero podéis llamarle siempre que queráis”. No tenía fuerzas para sujetar el teléfono ni voz para emitir más que susurros. La comunicación era inexistente. Ingresó en el centro siendo dependiente tras una enfermedad pero con ganas de luchar, trabajando para ganar autonomía, pero el aislamiento por el covid le dejó permanentemente postrado. ¿No valen los mismo todas las vidas? ¿No duelen lo mismo todas las muertes? Siento que nos han robado los últimos momentos con mi familiar. Sus últimos momentos de lucidez, porque tras prácticamente suplicar que nos permitieran verle en sus últimos momentos, ya no había vida en sus manos ni en sus ojos, sí médicamente, por supuesto, pero de que me sirve a mí a estas alturas... ¿Dónde está nuestra despedida? Con esto quiero hacer ver que hay personas sufriendo sin tener la dichosa enfermedad, personas que sufren mucho. Hay que proteger a la población pero sin abandonar a los más indefensos. Reforzar plantillas en residencias, aumentar frecuencia de PCR al personal o incluso permitir visitas tras comprobar que no son portadores asintomáticos. NOTA DE REDACCIÓN. Las cartas no deben superar los 500 caracteres y deben estar identificadas con nombre y apellidos de su autor, así como la dirección, teléfono y el DNI. DEIA se reserva el derecho a la edición.