El termómetro del insulto político está a punto de rebosar. Esto sí es una escalada, pero no de la pandemia que nos muerde el alma y la vida, sino de las atrocidades que algunos dirigentes o componentes tóxicos de partidos no gobernantes o sus votantes, siempre urgidos por conquistar la llave del castillo, escupen con inusitada crueldad y no se cortan ni las uñas para así arañar más hondo, precisamente cuando el asunto ideológico no debería intervenir. Produce mareo ver a todo un barrio de Salamanca aporreando sartenes de oro con cazos de plata, confundiendo libertad con impunidad: esto no hay biodramina que lo alivie, ni mascarilla que lo purifique. Por si a la procesión le faltaba alguna imagen, los actuales gobernantes de la Comunidad nadrileña se encargaron de aportarlas con sus heredadas, repetitivas y aburridas ocurrencias. Supongo que doña Isabel revelará el misterio de su santa confinación en un apartamento de lujo, y el señor Almeida actuará contra los manifestantes en Núñez de Balboa, golpeando “pacíficamente” señales de tráfico con palos de golf. Fases, formas y frases... Si bien la mezquindad ha superado cualquier listón al haber quien, en sede parlamentaria, acusó directamente al presidente Sánchez y su equipo de los fallecimientos por coronavirus, Casado tiene su propio vademécum: ridículo, ególatra, okupa, traidor, ilegítimo, mentiroso, irresponsable, incapaz, desleal, incompetente. Y entre tanto, un estupefacto Tierno Galván vuelve expirar ante tanta pornografía política…