Los trabajadores van a volver a jugarse el pellejo incluso en las industrias no esenciales, porque hay que producir. Los perros de algunos impresentables siguen manchando y contaminando con sus heces y meadas nuestra calles. Mientras tanto, multitud de niños en condiciones deplorables de hacinamiento, en nuestra ciudad, no pueden salir de casa por la sencilla razón de que no hay el más mínimo interés en organizar su salida al exterior. Y estas víctimas de la pobreza infantil -que aunque no se quiera hablar de ella existe- se quedan sin lo único que tenían gratis: el espacio exterior, el juego y el disfrute. Está muy bien predicar la solidaridad a quienes viven en esas condiciones, desde el porche del chalé o palacio de turno. Y por favor, no nos vengan con el cuento de que no se podía organizar la salida de los niños, haciendo compatible su seguridad y sus necesidades. Y lo siento por nuestros amigos de cuatro patas, pero entre priorizar el bienestar de perros o niños me inclino por estos últimos.