La alarma sanitaria nos obliga a vivir una experiencia nueva. Las autoridades han decretado el confinamiento domiciliario para frenar la propagación del covid-19, y son muchas las recomendaciones sobre lo que podemos y debemos hacer en esta situación de confinamiento. Sicólogos, pedagogos y otros profesionales nos están dando ideas y orientaciones para soportar esta situación y que salgamos de ella sin consecuencias graves. Y yo propongo una reflexión: pensemos en las miles de personas, muchas de ellas mayores, que habitualmente, durante años y por distintas razones, tienen que vivir confinadas en sus domicilios. Un confinamiento que produce una soledad no deseada. Por eso, cuando el covid-19 sea vencido, que no se nos olvide la experiencia. Pensemos seriamente en lo doloroso e inhumano que es vivir confinados y colaboremos para evitar, o cuando menos paliar, las consecuencias de la soledad de las personas, apoyando algunas de las muchas iniciativas sociales en las que se viene trabajando desde hace años, como por ejemplo el Programa de Ciudades Amigables implantado en muchos de nuestros municipios; el Servicio de Antenas, dedicado a detectar casos de soledad, y como estos otros muchos. Por favor, salgamos del confinamiento con la conciencia de que nadie debe estar condenado a vivir confinado permanentemente y como consecuencia de ello, sufrir una soledad no deseada.