Desde 1972 mi domicilio está en la calle José María de Ugarteburu, la cual en aquellos días tenía carnicería, pescadería, ultramarinos, tienda de periódicos y revistas y tres bares. Ahora, no hay nada, es una calle dormitorio. Pero el problema no es ese, sino que para poder acceder a alguna compra o entidad bancaria, tenemos unas escaleras que conducen al barrio de Arabella, muy empinadas y una cuesta bastante larga para bajar a la zona de la Avenida Zumalacárregui. Para mí, que he sufrido dos ictus y padezco del corazón, lo cual puedo demostrar con mis informes médicos, todas esas barreras son un impedimento importantísimo para mi vida y la de mi familia, porque tengo que depender de ella. Me dirijo a quien sea responsable de esta zona para que se busque la forma de solucionar nuestras deficiencias. No solo por mí, sino por muchos convecinos, los cuales también tienen problemas, bien por sillas de ruedas u otras deficiencias.