Cuando se van apagando los ecos y las luces, y se van plegando los colores de la bandera arcoíris convendría recordar a las generaciones más jóvenes que precisamente esos derechos no se nos regalan, se conquistan y después se defienden, pensando quizás que habrá que volver a remangarse para volver a pelear por ellos. Corren ahora malos vientos precisamente para el colectivo LGTBI, que trabajó largo tiempo para lograr un reconocimiento ante la ley y sus propios conciudadanos, de no ser considerados “diferentes” y para demostrar que querer y amarse no era ningún delito. Fuimos precisamente pioneros en leyes igualitarias (matrimonio, adopción..) y en que muchas comunidades autónomas desarrollaran sus propias normas para estos colectivos. Pero llegó una especie de furia en forma de partido político, homófoba, discriminatoria y en formas totalitarias, que con el cómplice e indisimulado silencio o no, de otras formaciones de su parecido pensamiento quieren al parecer devolverlos a épocas y situaciones que parecían ya olvidadas, y condenarles de nuevo al ostracismo de tristes recuerdos. Todo vale en este caso, por un puñado de votos y poder plegarse sumisamente lo que haga falta. Pero todavía les quedará (y nos quedará) “esperanza y orgullo” para defender los derechos , sean cuales sean, y volver a pelear por ellos.