En lo que hoy se llama España, nunca faltó la corrupción. Se enorgullecían de ser pícaros. El sudor y el trabajo lo dejaban para los menos nobles. Así tenemos diversas pautas desde tiempos inmemoriales. Recordar que tres siglos antes de Cristo, Roma inició la conquista de lo que ellos designaron como Hispania y la famosa frase dirigida por los romanos de: “Roma no paga a los traidores”, cuando asesinaron al cabecilla Viriato. Más tarde con la falsa Católica Isabel I de Castilla, que durante muchos años era pobre de solemnidad, recurrió a la Santa Inquisición donde torturando y robando a judíos, mahometanos e incluso a sus propios señores feudales se hizo inmensamente rica, se adueñó de Granada y pudo aventurarse en el latrocinio de la Conquista de América. Más tarde con la otra Isabel II -ya con los Borbones y después de Napoleón-, su reinado fue considerado como el más corrupto de todos. Y en nuestros días, el caudillo de España, al que nadie osaba levantar su voz y al que todos consideraban un hombre austero, les ha salido rana. Su esposa y herederos nos han engañado con sus turbios negocios. Y ya hoy, qué decir de los Aznar, Rato, Rajoy, etcétera con su partido dopado y gobiernos antidemocráticos, al contrario juzgan a políticos mil veces más honestos y demócratas. Con la monarquía, Casado, Rivera y Vox, ¿adónde podemos ir?