En lo que lleva transcurrido este año, ocho son los episodios violentos (con muertes) en Estados Unidos, algunos tan horrorosamente (más si cabe, con niños y adolescentes). El último, en una escuela de Secundaria en el estado de Florida. Un exalumno la emprendió contra los alumnos y el profesorado, dejando tras de sí muerte y desolación. Quizás el motivo sea lo de menos, en un país con culto desmedido a las armas. Donde irónicamente hasta los 21 años no se puede comprar ni consumir alcohol, pero sí portar armas mortíferas, como la que acabó con la vida de estos estudiantes. No parece la sociedad estadounidense muy concienciada en acabar o, por lo menos, poner cotas o controles de armas más severos (donde comprarlas sea sencillamente lo más normal). Se amparan, supuestamente, en la famosa segunda enmienda que garantiza el derecho de poseer y portar armas(algo que fue redactado en los tiempos casi del lejano oeste), algo que parece casi intocable, sobre todo, para los grupos o lobbies como la Sociedad Nacional del Rifle (conservador donde los haya) o las industrias armamentísticas, que de ninguna manera quieren que se cambie la política del control de armas, y que aportan jugosos fondos a las campañas de los políticos (sobre todo, del partido republicano) y que cada vez que sucede una tragedia como esta, se limitan a las condolencias y los rezos y atizando si cabe más la política de armados hasta los dientes. Pero como bien señalaba un senador demócrata, los rezos y condolencias no devuelven la vida, y no resuelven, ni de lejos esta incredulidad y locura.