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Las cargan los diablos...

¿Quiénes son los diablos? La respuesta no está en el viento, sino en los fabricantes de armas, su tráfico, el dinero que mueven, la permisividad de las leyes en algunos países, y el cada vez más inquietante deterioro psíquico de quien las porta. ¿Y quién las porta? Pues, ciñéndonos a EE.UU., donde los tiroteos en centros escolares se repiten implacablemente -se han producido docena y media de masacres por disparos en lo que va de año-, cualquier ciudadano con 18 primaveras puede adquirir un fusil automático, cuando la edad para beber alcohol se establece en 21. La última barbaridad la consumó un muchacho de 19 peleado con el mundo. Ocurrió en una escuela de Florida el 14 de febrero, San Valentín. Las flechas no eran flechas, sino balas de alto calibre. Las balas no eran de amor; eran de muerte. Ni siquiera fue algo original: Al Capone lo hizo en 1929. El derecho a la posesión de armas surgió en la Inglaterra de la Edad Media y exportado a Estados Unidos, Canadá y algún otro territorio anglosajón. Aunque EE.UU. es imbatible en cuanto a ejemplos fúnebres de esta enjundia, no deberíamos olvidar, entre otros, la carnicería de Noruega 2011 -77 muertos en un campamento-, a cargo de Anders Breivik, “un tipo inteligente y afable” según conocidos y allegados. Hasta que Satanás le hablo al oído. Un paisaje este muy poco o nada prometedor, desde luego?