De locura, la política y la justicia juntas o unidas, son un enredo difícil de desenrollar. Catalunya está viviendo un año, 2017, que marcará el destino en su historia. ¡Ojalá, de verdad, se cumplan las mejores intenciones y sentimientos de los catalanes!
Mientras el Estado mira para otro lado, mete caña a la Generalitat desde que está ejerciendo de Gobierno provisional utiliza todos los dimes y diretes que le proporciona el 155 para entrar como elefante en cacharrería. Don erre que erre sigue duro en seguir aplicando el 155 o lo vuelve a renovar si después de las elecciones catalanas surgieran voces discrepantes con el gobierno de Madrid y reclamarán algún beneficio de independentismo.
Un nuevo Cid Campeador, en este caso el señor Rajoy, marca huella, y su ministro de Cultura y a su vez ostentando la Conselleria catalana se lleva con nocturnidad y alevosía las reliquias pictóricas que estaban en el museo de Leida y siendo trasladadas al museo de Sijena en Huesca.
Suma y sigue, el Gobierno español, en vez de presentarse de manera respetuosa y conciliadora ante las oportunidades que presentan muchos catalanes, está tratando de estrangular su economía, para que los aires nuevos de libertad que allí se han generado desaparezcan y queden en el olvido más rotundo.
El Estado español está manejando el conflicto catalán como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Lo quieran o no, en España ya no se albergan dudas, se está haciendo trizas y lo quieran o no lo que está sucediendo es un caldo de cultivo del que costará salir, que no provocará bonanza sino todo lo contrario.