Soy un usuario habitual de los diferentes transportes públicos. En general estoy satisfecho con sus servicios, pero me veo obligado a señalar un fallo, común a todos ellos: la ausencia de protección frente al sol en las ventanas (incluido el metro y el tranvía a veces). No sé cuál puede ser la solución adecuada, pero lo cierto es que el grado de incomodidad que esa carencia supone para el usuario suele ser mayor de lo que cabe pensar. Mi experiencia cotidiana me lo demuestra. Me atrevería a decir que es una cuestión de seguridad, pues puede haber lamentables accidentes cuando los viajeros, huyendo de los molestos rayos del sol tras los cristales ( y no olvidemos que cada día hay más días soleados), corran a situarse en el lado sombreado del vehículo. Esto último es una exageración, claro, pero a ver si las palabras accidentes y seguridad provocan una oportuna reacción en los responsables de calidad del servicio de cada compañía.