Atrás quedó el verano, el reloj del otoño marca la diferencia. Los litorales vuelven a su estado inicial, olas inmensas, arenales desiertos, chiringuitos cerrados y un sinfín de sensaciones atmosféricas y térmicas indican que el verano ha finalizado. Ahora toca el otoño, caída de la hoja, vientos, días con sol y sombra y cambio de hora.

La rutina, la vuelta al curro y la escasez de horas de sol nos hace sentir diferentes, más pesimistas y cierta tristeza asoma en los rostros de los conocidos y con más detalle en los desconocidos.

Hay cambio de hora, dicen que para ahorrar, para que la utilización del fluido eléctrico sea más controlada y llegando al ahorro más inmediato. Pero el ser humano que es el único animal - racional que siempre tropieza en las mismas piedras, no admite que se nos coloque la hora al albur del tiempo atmosférico.

Pero siempre hay excepciones, llevamos unos días que se agarran al verano no queriendo dar pasos al otoño pues siguen los baños de sol, los paseos por la costa y sobre todo la vida en las terrazas.