Carta a la France
Muchos de los que estuvimos de estudiantes cultivando la utopía en París, hemos llegado a la conclusión de que lo mejor de la vida es el deleite sin prisa del espíritu de las cosas y seguir luchando por la utopía, a pesar de que nada ha cambiado en la sociedad. O casi nada. Ahora los ricos visten como los pobres: camisetas, deportivas, mochilas, gafas de sol de marca, ordenadores y teléfonos. Pero la nuez del sistema, el dinero, se la llevan los mismos de siempre, pero sin disimulo. Ahora, la Francia ombligo de Europa, cobijo de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad por la que luchamos en nuestra utopía, y que no conseguimos nunca atrapar, están de elecciones. Ahora, la Francia de los exiliados, de la libertad de pensamiento, de las noches calvas de discusiones, está a punto de elegir como su presidente a un muchacho joven que se dice socioliberal y banquero de pro. Dicen, para consuelo de los idiotas, como mal menor. Solo nos falta esperar a los que luchamos por la utopía que los banqueros se den cuenta de que el dinero no es el fin último sino un medio más para que la gente viva mejor trabajando por la comunidad: la utopía. Y demás lindezas. “Beste lekutan ere, zakurrak oinutsik ibiltzen dira”. “En otros lugares, los perros también caminan descalzos”.