Ya lo dijo José Luis Borges: “Quiero un gobierno que gobierne, que no se pierda en el arte que entreteje naderías” Este problema es clásico en la política y es aún más acusado en esta época de crisis y dificultades.

Los ciudadanos españoles están a la espera de que el dificultoso proceso que se está llevando a cabo para conformar un gobierno, llegue por fin a buen término.

Muchos y variados políticos del arco parlamentario en lugar de trabajar para solucionar los problemas del pueblo, función para la que fueron elegidos, dedican la mayor parte del día a contestar dimes y diretes del partido contrario y en conservar el sillón.

Visto así, ser político es un chollo muy apetecible para cualquier mortal. Aterricemos: “Pocas horas reales de trabajo, buenos sueldos, muchos privilegios, pocas obligaciones y sobre todo, no hace falta cualificación especial”.

Como sigamos por este camino, la Real Academia de la Lengua va a tener que introducir nuevas acepciones al diccionario de la palabra político. En la actualidad hablar de un político es hablar de mentira, corrupción, sinvergonzonería, inutilidad o incapacidad.

Juan Carlos Audikana Gasteiz