Decía un amigo mío, ya fallecido, que la capacidad de asombro no hay que perderla nunca. Y saco está reflexión a colación de los comentarios que he escuchado sobre la intención que Donald Trump, candidato republicano a la Casa Blanca, tiene de realizar un test ideológico a los inmigrantes que lleguen a Estados Unidos, en el caso de que sea elegido presidente de la primera potencia mundial. Calificativos de “racista” o “nazi” han sido algunos de los que ha tenido que soportar el rival de Hillary Clinton. Y, sin embargo, esos mismos que descalifican a Trump ven con buenos ojos que España realice un test de conocimiento general a los inmigrantes que, ahora en menor medida, tratan de acceder al país. Preguntas como “¿en qué consistió la Revolución de 1868?” o “¿qué ocurrió en 1704?” son algunas que la mayoría de los que podemos votar en las elecciones generales no sabríamos responder. Hacérselas a inmigrantes que no se han educado en España es también un caso de racismo. Igual Donald Trump se fijó en este ejemplo a la hora de lanzar su idea.
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