Soy de los que estamos suscritos a un par de periódicos a diario, lo que no quita para que cuando acudo cada mañana a tomar un cortadito al bar de la esquina me guste ojear alguno de los que el presupuesto familiar no permite llegar. Pero llevo una temporada que no hay manera. O me harto a cortaditos es-perando a que se libere algún diario o me tengo que recorrer los bares de al lado, con la esperanza de que no estén también secuestrados. He llegado a proponer al camarero que pasados quince minutos el asiduo lector de turno debería leer en voz alta para el resto de la clientela. Hoy me he tomado tres cortaditos en el mismo bar hasta conseguir el diario. Veremos cómo tengo luego la tensión.