En una sociedad en la que, a menudo, se valora la apariencia. En una sociedad en la que parece posible y legítimo aplicar diferentes criterios éticos, políticos, religiosos, según estemos en la familia, en la escuela o en el trabajo. En una sociedad así, el “ser uno mismo”, el “ser auténtico”, se traduce en apoyar todo lo que sea actuar con coherencia.

Estamos en plena campaña electoral y tal vez sea este el tiempo en el que menos coherencia vemos u oímos. Me refiero a la falta de coherencia de algunos políticos, entre lo que dicen, lo que prometen y lo que luego realizan.

Es famosa esa frase que dice: “Dime de qué presumes y sabré de qué adoleces”. Pues bien, en el caso de las promesas electorales, podemos cambiar la frase por esta otra: “Dime lo que prometes y sabré lo que no vas a cumplir”.

Por eso los ciudadanos tenemos que votar mirando al futuro, pero también al pasado. Recordar lo que decían en campañas anteriores y contrastarlo con lo que luego ha ocurrido y han hecho.

Con nuestro voto tenemos la ocasión de castigar, entre otras cosas, la falta de coherencia. Y también de premiar a los que son coherentes.... que los hay. ¡Aunque sean los menos!