Al secretario general del PSOE, con cara y mentalidad de adolescente, si le hubieran echado en estos meses de invierno un cubo de agua helada, sabría exactamente que todo puede quedarse en nada. Por el momento no está preocupado por los límites legales ni por lo que tenga que ver con los nacionalistas, pero se siente culpable de haber recibido a Ciudadanos en calzón corto y en zapatillas, porque no podrá sentarse con nosotros, mirarnos a la cara, y afirmar lo que decimos los vascos, que somos una Nación. Tendrá que negarlo y no perder la sonrisa arrebatadora con Ciudadanos, que sí nos niega que seamos nación dentro del Estado plurinacional de España. Me temo que algo va mal para Sánchez. ¿Por qué? Porque está siendo un muñeco ventrílocuo, el portavoz de un partido que hace gala de ser el defensor de la España una e indivisible y que culpabiliza a los catalanes por separatistas. Sánchez sabe que tiene que recurrir a los nacionalistas si analiza la realidad y la tierra en la que han nacido o viven catalanes y vascos. Necesitamos ayuda. Están pasando cosas que harían llorar a cualquiera.
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