Es imposible que sientan amor por Euskalherria. No es posible. O lo sufren, y saben lo que es amar a Euskadi, o no lo sufren, ni entienden lo que es vivir por y para Euskadi. Es como un cáncer, una enfermedad que te mina los órganos vitales, y te vas convirtiendo en cadáver. Un amor imposible se traduce en algo orgánico, visceral, arraigado, profundo.
Algo se podrá hacer al respecto, ¿no? Tratar de conseguir ese amor, pelear por él, luchar, coger la osamenta y los cartílagos del ser querido, digerir la constitución de su ser, rodearlo de leyes constituyentes de un ser vivo como Nación, ser otro ego con soberanía compartida.
La declaración amorosa de España sería algo inaudito. Sería encajar una sorpresa, y la tarea de asumir los vasco y catalanes la sudorosa tarea de modernizar y estimular a los españoles.