Era el árbol más frondoso en todo el magnífico paseo de Abandoibarra, a la orilla izquierda de la ría. No era una mimosa cualquiera. Crecía avanzando hacia el Puente de Deusto. Y, a estas alturas de junio y julio, aromatizaba una amplia zona del paseo, a la vez que coronaba el verdor general con el punteado amarillo de sus flores y simientes. Pero desapareció bruscamente. No era la mimosa normal, acacia dealbata, de enero y febrero, sino la de floración tardía, acacia mearnsii. Es considerada como especie invasora por la multitud de sus simientes. Pero, si esta fue la causa de su ejecución, ¿por qué se la plantó? ¿O sucumbió por repentina enfermedad? Y, ya que alabo el esplendor sereno del paseo enamorado de la ría, déjeme manifestar desde aquí, a la vez que mi agradecimiento a quien corresponda por la admirable solución urbanística al fuerte desnivel desde el final de Alameda Mazarredo y la plaza de Euskadi al citado paseo -es decir, el suave y gradual parque desde el Guggenheim hasta la adusta mole de la Biblioteca Deusto, así como el entorno trasero de la torre Iberdrola-, mi pregunta crítica: ¿la poca presencia de especies arbóreas de airosa copa se debe a tierra poco profunda a causa del aparcamiento subterráneo, o simplemente a preferencia del diseñador por los menudos árboles ornamentales?