En abril de 2006 vimos en ETB 2 la emisión del Evangelio prohibido de Judas que, según nos anunciaba el canal vasco, "haría tambalear los cimientos de la cristiandad". No tembló nada. En estas mismas fechas, Tele 5 emitió el debate alucinante y sensacionalista del Código Da Vinci, del novelista Dan Brown, según el cual, los descendientes de Jesús y María Magdalena fundaron la dinastía merovingia en Francia. En septiembre de 2012, la profesora norteamericana Karen King reveló el descubrimiento de un papiro copto, del siglo IV, en el que "se habla de la mujer de Jesús". Saldrán a la luz nuevos papiros pero no hay que desorientarse. Aunque aparecieran cien evangelios nuevos, jamás tendrían el reconocimiento de libros sagrados ni serían el fundamento de la fe de los cristianos.
La razón teológica es clara: el "canon o Índice de los Libros Inspirados" comenzó en el Sínodo de Hipona, en 393, y fue confirmado por el Concilio de Trento (1545) en el Decretum de canonicis Scripturis.