Es la que pueden dar a uno de estos delincuentes con más de 30 detenciones que, por más que se esfuerzan la Ertzaintza y la Policía Municipal, al día siguiente están libres, tan campantes, según publica la prensa, después de haber asaltado al pobre y honrado viandante. Claro que puede ser que estos delincuentes puedan tener un trato especial y disfruten de patente de corso.
Es triste y alarmante ver cómo estos parásitos, pasadas unas horas de su detención, gocen de libertad gracias a los entresijos de la ley que el ciudadano no acaba de entender; que además, en muchos casos, reciban su ayudita económica fruto de nuestros impuestos y, al final, puede que por su laboriosidad en el asalto, al paso que vamos le impongan una medallita.
Por propia y desagradable experiencia, sé lo que es estar en una sala de juicios ante un juez. La sensación que experimenté fue la de parecer que era yo, la víctima, el que había cometido el delito y el que había cometido la falta, llegando a la conclusión de que el ciudadano que cumple sus obligaciones solo tiene derecho a ajo y agua.