En respuesta a la acertada puntualización de Marisa Gutiérrez sobre un gráfico elaborado por mí en el que aparecía el dibujo de un músico callejero tocando un saxofón dentro del apartado Contaminación acústica en la ciudad, no me queda más remedio que darle a usted toda la razón. Las obras y el tráfico son, sin ninguna duda, la principal fuente de contaminación acústica.

Ciertamente, no tiene nada que ver la música con el ruido, y le confieso que soy un gran melómano, y lamento igual que usted el deficiente estado de la enseñanza musical de este país (bueno, el de la musical y el del resto). Pero no es menos cierto, y así se recoge en el ordenamiento municipal de casi todas las ciudades, que también la música puede formar parte de la contaminación acústica, cuando esta se soporta de manera indeseada, y eso que en mi casa se ensaya música: hay un piano y una triki, sé de lo que le hablo.

De todas formas, ubicar la música en uno u otro lado de la línea es una cuestión de percepción: a mí me emociona oír el canto de Constanza cuando contesta al sultán en el serrallo, pero le juro que no soporto el reguetón de mi vecino.