Se cumple un año de tu marcha y apenas puedo escribir esto porque la vista se me nubla con las lágrimas pensando en aquel miércoles 17 de agosto en el que recibí aquella llamada de mi amatxu temblorosa, dándome la peor noticia que podía recibir: habías tenido un accidente. No me lo creía. Me monté en el coche y recorrí el camino más largo de mi vida hasta reunirme con ella. No fui consciente de que te habías ido hasta que minutos después del accidente nos reunimos mi tía, mis primos, mi ama, yo... Momentos en los que no tenían espacio las palabras, solo los abrazos, minutos de silencio, dolor, rabia e impotencia de saber que no te íbamos a volver a ver.

Desde tu marcha injusta hemos sobrellevado como hemos podido tu ausencia. Me gusta recordarte como estabas siempre, sonriendo, bromeando y trabajando. Así eras tú, siempre con la sonrisa en tu cara.

Te has ido dejando aquí a tu mujer; a la que siempre apoyaremos, a tus hijos y a tu nieta, con los que siempre estaremos; dejando a tu hermana, mi madre, mi supermadre. No conozco nadie en la Tierra tan fuerte y buena como ella, la mejor persona que tengo en mi vida, y qué decir de mi hermano y mi padre: soy así porque les tengo a ellos aquí.

Y a quien más ha dolido tu marcha ha sido a ellos... A tus padres, mis abuelos... Qué haría yo sin ellos. Cambiaría todo lo que tengo por volver a verles felices como antes de marcharte.

Mi querido tío, estés donde estés, quiero decirte que sé que nos cuidas y que velas por nosotros, que te queremos muchísimo y que estaremos juntos siempre por ti.

Beti zurekin.