La polémica suscitada por la publicación del libro de Fernando Sánchez Dragó, en el que su autor se vanagloria de haber mantenido relaciones sexuales con niñas japonesas de trece años, da la impresión que hubiese sido una intencionada campaña de marketing, pues de lo contrario esta obra habría pasado sin pena ni gloria.
Hay un tipo de excelencia en determinada literatura transgresora, pero este no es el caso, puesto que el libro es una conversación entre el dramaturgo Albert Boadella y el propio Sánchez Dragó, es decir, no es una creación, sino una confesión en la que el escritor se jacta de algo que ha hecho en su vida privada y bajo la desvergüenza posterior de declarar que si hubiera delito habría prescrito. Algo que resulta sumamente grave dado el serio problema existente de la prostitución infantil.