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Biribilketa

Tratamiento antiviral

Hay gente que tiene la gracia, literalmente, en el culo. Estoy pensando en los que se han apuntado al reto viral de defecar en las piscinas. Analicemos el fenómeno. El punto de partida de un reto viral es en sí mismo un test de coeficiente intelectual: consiste en sentirse diferente haciendo lo que se propone hacer a todos. No es un oxímoron, es una auténtica sandez. La búsqueda de notoriedad hunde al humano hasta las más profundas fosas abisales del sentido común; allí donde de modo habitual no llega la luz es donde más cómodos se encuentran quienes menos luces tienen.

Luego está la componente viral. La voluntad de ser viral es otro ejercicio poco reflexionado. Se trafica con la privacidad para convertirla en viral, por lo que deja de serlo y, por tanto, pierde su valor. Ese grifo no se abre y se cierra a conveniencia y, una vez abierta la interioridad a terceros, por ahí sale a chorro al escaparate todo lo que uno es.

Pero es que, además, el concepto ya nos va dando pistas. Viral procede de virus, que en latín es el jugo venenoso de ciertas plantas. Un virus es, por definición, un microorganismo pagógeno que parasita una célula para reproducirse y contaminar a otras. Es decir, que ser viral puede implicar ser un parásito que trata de alzarse por encima de los derechos de otros, en beneficio propio y sin más instinto que el mero afán de sentirse especial. Para eso, tampoco hace falta una actividad intelectual de ningún tipo.

Así que, cuando escuchamos que se lanza un reto viral, quizá deberíamos pensar en un germen que pulula tratando de contaminar a organismos con defensas bajas y pocas luces. A los que han hecho suyo el de socializar sus heces en las piscinas habrá que internar sanarlos aplicándoles un tratamiento antiviral. Con toda la mano abierta.