SE muere Silvio Berlusconi y, el hombre que asentó el populismo en la política europea, será recordado en la piel de toro por las mamma ciccio. ¿Demérito? Nada más lejos; el modelo mamma ciccio cala en la política española. Berlusconi fundó Forza Italia y lo llenó de sus empleados en Finninvest y de los rostros populares de sus programas de televisión y a algunos de ellos, populares en la calle, se los y las llevó a su equipo de gobierno.
La estrategia de seducir con un rostro conocido, y a ser posible agradable a la vista, caló también entre actores y actrices en la derecha española pero creo que nunca con tanto éxito como ahora lo ha hecho Vox. El mamma ciccio de Vox es un extorero que será vicepresidente del Govern en Valencia. De ahí debe de venir lo de diestro, porque no se destacan en el gremio por el discurso social de su pensamiento. Así que la segunda autoridad de la Comunidad se ejercerá bajo el lema “seré matador de toros hasta que me muera”, que es como Vicente Barrera se describía a sí mismo después de cortarse la coleta. Desde que sintió que la política era su nueva vocación (ya dijo Manuel García El Espartero que más cornás da el hambre), se arrimó a Rita Barberá, se abrazó a Francisco Camps en la puerta del tribunal que lo condenó y se trataba con Carlos Fabra (nunca se sabe si que te toque la lotería se pega), lo que retrata el vínculo natural de esta ultraderecha de hoy con aquel “centro reformista” de ayer. Si la política practica el panderetismo, la democracia se pliega a la ovación de una multitud rendida a golpe de cadera o pase natural. Puestos a ceder al frikismo, me quedo con la clarividente princesa Padmé Amidala, de Star Wars, cuando el Senado aprobó dar poderes absolutos al canciller que acabó imponiendo el Imperio: “Y así es como muere la libertad: con un estruendoso aplauso”, sentenció. Y pidiendo autógrafos, añado de mi cosecha.