Gente de orden
Teniendo en cuenta la intensidad y el número de situaciones inexplicables desde el punto de vista del ciudadano normal y a veces inaceptables, cada vez resulta más difícil situarse en el ámbito de la denominada “gente de orden”, a la que se le supone sangre fría y racionalidad ante los hechos próximos e internacionales que configuran nuestra sociedad actual. Citaré en este artículo algunos sucesos con repercusión sociopolítica desarrollados en el entorno global y que generan cierta desazón, un notable inconformismo y un abandono paulatino de la zona de confort de la “gente de orden”. Al menos, en mi caso.
Hemos podido contemplar a través de la televisión, la intervención del presidente de Estados Unidos, Donald Trump en el Parlamento israelí. Durante su alocución, varios diputados espetaron al orador y al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, palabras sobre el genocidio en la franja de Gaza y el reconocimiento del pueblo palestino. Supongo que la mayoría de ese parlamento entra dentro de lo que podemos identificar como “gente de orden”, pero la expulsión inmediata de los diputados increpantes parece inaceptable e inadecuada, sea por negar la libertad de expresión, sea por educación, –en el sentido de urbanidad–, al interrumpir el uso de la palabra al más actual y universal detentador de mala educación existente. Recuérdese su trato al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski en el dichoso y excesivamente presente despacho oval de la Casa Blanca.
El problema es que demasiadas personas con responsabilidades políticas, explícitas e implícitas, esa “gente de orden y paz”, que utiliza nominalmente el ideario lindante con el sosiego y la sensatez, paradójicamente sin cumplirlo, domina el mundo.
Esa actitud impregna el comportamiento público de personajes como el mismo Trump, Abascal, Bolsonaro, Díaz Ayuso, Maduro, Milei o Putin, así como los provocadores manifestantes falangistas venidos el pasado día 12 de octubre, a Gasteiz y los provocadores antimanifestantes que les hicieron frente. ¿Coordinados entre ellos para generar desestabilización al estilo de las “quedadas” entre los impresentables hinchas agresivos futboleros?. Podríamos añadir un largo etcétera.
La ciudadana y presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha protagonizado, recientemente, en sede parlamentaria, una declaración, de sobra divulgada, relativa al incumplimiento de la Ley ligada al aborto, susceptible de ser analizada bajo la luz del artículo 155 de la Constitución española y de los Títulos XVIII y XXI del Código Penal. Pero, para ello, hay un poder judicial competente.
Sin embargo, por otra parte, cabe también una visión sociopolítica de sentido común y de interés general. Puede definirse como imprescindible y obligatorio un análisis de esa actitud y de esas manifestaciones, dado que contienen aspectos como para considerarlos una arenga antisistema y antilegalidad. Además, hecho todo ello desde una autoridad pública, como la presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid, resulta más grave y difícilmente admisible.
No son hechos aislados
Es un error importante, considerar que todos ellos son hechos aislados. Nada más lejos de la realidad. Conviene poner en valor y asumir como elemento de análisis, aunque haya demasiados voceros que lo nieguen y digan que no es lo mismo, la existencia de las llamadas guerras híbridas y las estrategias de zona gris, que, si bien son términos que han empezado a intensificar su presencia de manera profusa en los medios a partir de la invasión de Ucrania, son actuaciones y conceptos utilizados desde hace años para la desestabilización de países y áreas. La desestabilización generada en Chile por el gobierno de los Estados Unidos contra el gobierno legítimo de Salvador Allende, desembocó, tal y como estaba previsto, en un golpe de estado cruento y la implantación de una dictadura más sangrienta todavía y con el inmediato despliegue de los Chicago boys de Milton Friedman y sus esquemas de política económica.
Creo llegada la hora de intentar minimizar la actuación, y sus efectos, que genera esa parte de la “gente de orden” que se desliza hacia valores y actitudes propias de ideologías antidemocráticas que, aunque intentan destruir el sistema, se aprovechan de la democracia, el derecho internacional y el multilateralismo.
Hay que estar alerta con lo que proponen esas élites como es el de formar una sociedad obediente con sus postulados, tranquila y pacífica. El orden no puede interpretarse, como viene haciéndose hace siglos. La vida ha cambiado, está cambiando, estructuralmente, y la relación entre seres vivos, incluidos los animales bípedos, y los inertes, también.
Cada uno debe reflexionar y decidir con autonomía e independencia sobre determinados ejes de transformación ya presentes: Como la transformación relativa a la pobreza, la transformación climática o la transformación derivada de presencia y desarrollo de la llamada Inteligencia Artificial y de todas aquellas tecnologías disruptivas. Y, por todo ello, actuar y votar en consecuencia y con responsabilidad. Sin aceptar sin más las sensaciones inducidas por determinados poderes fácticos.
No tenemos que adoptar de manera indubitada la filosofía del borrego, que obedece sin balar lo que le ordena el pastor o su perro. Una parte minoritaria de la denominada “gente de orden” ha migrado, se ha deslizado, hacia posiciones de “gente de desorden”.
Nos conviene, como ciudadanos, recuperar la dignidad ante la aquiescencia que una parte significativa de las élites mundiales, y más próximas, muestra con los sátrapas actuales y sus actuaciones.
El hecho es muy grave, pero seamos conscientes de que se trata de un eslabón más de una larga cadena de manifestaciones y actitudes irresponsables e inaceptables en cualquier democracia seria y madura. Y que, además, inducen a generar dudas sobre la aceptación real de un sistema y filosofías democráticas, por parte de los referidos espacios ideológicos.
Voy finalizando, aquellos que llevan años llenándose la boca de palabras vacías y oportunistas, como es el caso de las relativas al cumplimiento de la Ley o el respeto al Estado de Derecho, son los mismos que hoy declaran que van a incumplir parte de la legislación vigente, o que ayer, arengaban para asaltar el Capitolio de Washington.
Si fueran capaces de reflexionar y callar, aunque sea un tiempo, menos daño provocarían al sistema democrático y a las personas que en él creemos.