La política nos afecta a todos pero no interesa por igual a la ciudadanía. Etimológicamente es el arte de llegar a acuerdos, aquello de hacer posible lo imposible, vencer convenciendo o, mejor dicho, celebrar el acuerdo y no tanto la victoria sobre el rival, añadiría yo. Tan sencillo como complejo. Acordar requiere un ejercicio de renuncia y generosidad, de escucha activa y exposición argumental sugestiva y convincente. Si fuera tan fácil como escribirlo en un papel, viviríamos en un mundo plenamente feliz. Todos firmaríamos esa arcadia frecuentemente imposible.

No soy yo de desconfiar así en genérico de la clase política, aunque a poco que tiremos de hemeroteca encontraremos ejemplos de malas praxis, aquí y hasta en el Elíseo. Pero ojo, que se hable mucho, las más de las veces interesadamente, de aquellos que se salen de las conductas morales que se les presuponen, no significa que todos los representantes políticos sean iguales.

La gota que colma

El bien común como guía

Compromiso. La política es algo demasiado serio como para apartarse bajo el mantra del “todos son iguales”. No votar por el descrédito general supone dejar el resultado al albur de lo que voten los que sí lo hacen. Una cosa es una promesa electoral y otra la diligencia para cumplirla. El político con responsabilidades públicas debería anteponer siempre el bien común a los intereses de su sigla. En este saco meto al que hace política desde el despacho oficial y también a quien desde la oposición se olvida del bienestar general para buscar el desgaste del rival que le venció en las urnas.

Los hay oscuros, partidistas, mentirosos y corruptos, de esos que prometen construir un puente donde no hay un río que decía Nikita Kruschev, pues a la cárcel con todos ellos. Pero, sinceramente, generalizar es faltar a la verdad, no hagamos norma de la excepción.

Los medios tenemos la obligación de contar las noticias una vez contrastadas las fuentes y verificados los posibles comportamientos con categoría de noticiables. Esto, siendo de manual periodístico, no siempre es así. Tampoco ayuda a esclarecer la veracidad de un caso con bote político la proliferación de canales de toda índole y condición, muchos de ellos de dudosa fiabilidad y clara intencionalidad. 

Si a la multiplicación de soportes y cabeceras le sumamos el cambio en la manera superficial de consumir información que tiene el público, ya tenemos el caldo de cultivo perfecto para colar una noticia fake con intereses mas destructivos que constructivos.