El goteo de políticos que olvidaron que no se titularon en lo que decían haberse titulado es incesante. La más reciente -no diré la última- es Ana Millán, número 3 del PP en Madrid, pero la sigla no acordona la práctica. Hubo un tiempo en que un título era preciso para hacer carrera profesional porque justificaba la presunción de un conocimiento necesario. En estos tiempos en los que las carreras profesionales -y la política ya lo es- precisan otras habilidades -demasiadas veces, la mera imagen- parece que el conocimiento basta con simularlo. La ‘posverdad’ empieza en el currículo y lo difícil es parar.