El hambre como arma de guerra
La historia nos juzgará y sólo nos queda preguntarnos, ante este atropello de Derechos Humanos, si estuvimos donde debíamos estar
La imagen
Como dicen que una imagen vale más que mil palabras, ahí va la imagen. Hay para elegir, por desgracia, pero me quedo con los huesos de la espalda de Muhammad Zakariya Ayyoub al-Matouq, un niño de un año y medio que padece desnutrición aguda debido al bloqueo israelí y lucha por sobrevivir en una carpa en Gaza. “Más de 100 organizaciones humanitarias, entre ellas Save the Children, Oxfam y Médicos Sin Fronteras, han publicado un comunicado conjunto en el que denuncian lo que califican de hambruna masiva en Gaza (BBC). No cambiará nada, pero quiero aprovechar este pequeño altavoz para denunciarlo.
La denuncia
El hambre como arma de guerra. Igual de mortífera pero más cruel, sometiendo a la población a través de la necesidad básica de supervivencia. También en BBC nos recuerdan que, más allá de las armas, los recursos básicos, comida y medicinas han sido utilizadas como herramientas de guerra a lo largo de la historia. De hecho, según el investigador Alex de Waal, autor de “Hambruna generalizada: Su Historia y futuro”, las hambrunas contemporáneas “suelen ser resultado de decisiones políticas y militares deliberadas, y no de la escasez de alimentos”. Y, según los expertos, también están siendo empleadas así actualmente en Gaza.
Las palabras
Con estos mimbres, sólo queda preguntarse cuál está siendo la respuesta de la comunidad internacional. Voy a ahorrarle el trabajo de buscarlo: ninguna. No lo suficientemente fuerte como para que Israel deje de hacer lo que está haciendo, al menos. Porque hay voces dentro de la Unión Europea que se han levantado pero, sobre el terreno, nada cambia. ¿Sanciones? De poco van a servir, a estas alturas. La historia juzgará todo esto. Sólo nos queda preguntarnos si, ante este atropello de Derechos Humanos y razón humana, estuvimos donde debíamos estar.
Seis de siete
Llámeme loca, pero no creo que estén la política actual ni la aritmética parlamentaria como para ponerse graciosillo porque haya decaído el decreto antiapagones. Que si a Pedro Sánchez le parece estupendo y prefiere ponerse chulito y sacar pecho porque han conseguido sacar adelante seis leyes de las siete presentadas (“Si de siete leyes hemos aprobado seis, ni tan mal”), por mí, estupendo. Pero que esto, a partir de septiembre, sólo es susceptible de empeorar, pues también. ¿Será capaz de terminar la legislatura si todas y cada una de las votaciones son un examen, un suplicio?
¿Quién pierde realmente?
Creo que Sánchez piensa más en su ego que en el bien común, igual que quienes supuestamente están de acuerdo en que algo habrá que hacer para garantizar la seguridad y la calidad del suministro eléctrico están más a sus guerras partidistas que al interés general. Porque no sólo las pérfidas eléctricas pierden con el “No” al decreto antiapagones. Esa negativa en la que no han tenido reparos en unirse PP, Vox, Junts, BNG y Podemos (cosas veredes, amigo Sancho) supone “inversiones eléctricas en el aire, bonificaciones perdidas y facturas de luz sin rebaja” (El Independiente). Esas cosas que preocupan a pie de calle, vaya.