Los suecos no quieren parecer gente poco comprometida. La embajada ha lanzado una campaña para evitar que “hacerse el sueco” sea sinónimo de pasar de las cosas porque ellos son de meterse muy de hoz y coz en todo lo que se les pone por delante. En eso deben ser como la delegada del Gobierno español en el País Vasco que, desde que hizo carrera en el PSE y amortizó su cercanía juvenil al PNV, ha convertido el manual de la negación del derecho a decidir en su libro de cabecera. Ayer lo releyó en voz alta. Cabría pensar que es síndrome de Estocolmo, pero sin preguntar al embajador sueco, yo no me atrevo.