Tiene que ser frustrante que uno se curre su lugar en las redes sociales y no reciba un like a lo que cuenta y, peor aún, no logre despertar la suficiente animadversión para que lo insulten. Ya se sabe que la talla de los héroes se mide por la dimensión de sus enemigos, pero uno de medio pelo siempre será mejor que ninguno cuando se trata de construir una épica de uno mismo. El domingo, en Aberri Eguna, a Arnaldo Otegi le faltaba alguien que le insultara y diera sentido a sus palabras de serenidad con las que reescribir un currículo preñado de monopolio del desprecio. Memoria.
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