El titular de esta reflexión sobre las elecciones europeas del 9-J vale para nuestro país y quizás también para Portugal, en ningún caso para otros como Bélgica, Hungría, Italia y especialmente Francia y Alemania.

El tsunami de la extrema derecha que se esperaba ha llegado al centro de la UE con fuerza, pero la excepción ibérica se repite en esta ocasión y en el norte, en especial Finlandia, Suecia y Dinamarca, donde llegó con anterioridad se retira en esta ocasión indicando que fue una fiebre pasajera.

La pregunta que se abre ante este fenómeno es si ocurrirá de la misma manera en el resto.

La dureza del triunfo de la extrema derecha ha sido especialmente significativa en los países más potentes, Francia, donde Marine Le Pen y su Reagrupamiento Nacional ha arrasado a Emmanuel Macron obligándole así a convocar nuevas elecciones; Alemania, donde el actual canciller Olaf Scholz ha quedado extremadamente debilitado al verse superado por la extremísima derecha de Alternativa por Alemania relegándole a la tercera posición; o Italia, donde como se esperaba, Giorgia Meloni vuelve a ganar, esta vez con el 28% de votos, aunque en esta ocasión su competidor de izquierdas, el PD, se recupera pisándole los talones con el 25%.

Mención aparte para los países donde esa extrema derecha gana con contundencia. La Hungría de Orban, Austria, o Bélgica, obligando a su primer ministro también a dimitir.

A pesar de ello, la derecha clásica vuelve a ganar, la socialdemocracia se mantiene a duras penas y su suma más los liberales a la baja les permite alcanzar la mayoría absoluta que garantizaría la permanencia de Ursula von der Leyen como presidenta de la Comisión Europea.

¿Ha sido solo un susto? ¿Todo va a seguir igual? Indudablemente, no. Los resultados de este domingo suponen un serio aviso para la UE y se cometería un error de libro si los partidos democráticos, sean de izquierdas o de derechas, no las tuvieran en cuenta de cara al futuro.

Esta extrema derecha en algunos casos camuflada llegó en 2019 para quedarse y en 2024 avisa de que su influencia, ahora del 25% del Parlamento Europeo, puede ir creciendo con rapidez si no se toman medidas para evitarlo.

El tema de la emigración es uno de los retos más importantes que lleva a una parte de la ciudadanía a apoyarles.

Con contradicciones evidentes que convendría poner frente a frente con esa parte de nuestros ciudadanos.

Resulta curioso que, al mismo tiempo que mantienen posiciones extremas contra esa emigración, no discrepan en que en los campeonatos europeos que se están celebrando actualmente en Roma, el color de la piel de muchos de los que ganan las medallas para Italia, Francia, Austria, Alemania, Bélgica, Países Bajos, etc. no sea especialmente blanca.

Tampoco ponen especiales pegas a que quienes cuiden de sus niños o ancianos, o accedan a los duros trabajos que los foráneos rechazan sean igualmente emigrantes.

Vendrían bien campañas potentes de concienciación para poner de manifiesto dichas contradicciones, para que en las próximas elecciones de 2029 se llegue con una mayor formación social.

Volviendo a nuestro país y observando el panorama exterior, podemos llegar a la conclusión de que nos hemos salvado al borde del precipicio por el que se han despeñado franceses, alemanes, italianos, austriacos o belgas.

Mientras que en esos países vemos a las extremas derechas cercanas o superando el 30% de los votos, aquí apenas llegan al 14% sumando Vox y su nuevo competidor Se acabó la fiesta.

Mientras tanto, el socialismo español mantiene el tipo a diferencia del resto con un aceptable 30,2%, que cualquiera habría firmado hace apenas tres meses, donde se esperaba un descalabro histórico.

Pedro Sánchez lo vuelve a hacer al más puro estilo de su manual de resistencia. Eso, con toda la derecha extrema política, mediática, económica y judicial echando el resto para acabar con él, con instrumentos de todo tipo, algunos pasando la delgada línea roja de lo éticamente aceptable.

El PP ha ganado, sí, pero lejos de sus expectativas de nuevo y van a tener que esperar tres años que se les van a hacer muy largos para intentarlo de nuevo. Probablemente, van a tener numerosas pesadillas con Sánchez de protagonista.

La noticia más negativa viene de su izquierda donde el cainismo persistente de Sumar y Podemos les ha vuelto a traer un nuevo revolcón. Inmediatamente Yolanda Díaz se lo ha hecho ver dimitiendo de su cargo como máxima dirigente de Sumar y quizás si esa reflexión llegara al chalé de Galapagar y el personalismo del personaje que lo habita le permitiera darse cuenta de lo que está pasando, les iría mejor. Pero eso parece mucho pedir.

Mención aparte merece el nuevo fenómeno político que irrumpe en estas elecciones. Se acabó la fiesta, del peligroso ultra irreverente Luis Alvise Pérez, debe también hacernos reflexionar.

¿Qué le está ocurriendo a una parte de nuestra sociedad (nada menos que 800.000 votantes le han votado) para que impulsen a personajes de esta calaña?

¿Será que en lugar de más sociólogos lo que realmente necesitamos sean más psiquiatras?

Este 9-J nos ha traído un complejo panorama que habrá que gestionar con inteligencia y habilidad. La izquierda europea necesita un profundo proceso de reflexión, pero deberá ser rápido para evitar que los extremistas que han llegado destruyan lo construido con tanto esfuerzo.

Veremos.