CONTABAN los viejos de la Ribera navarra que, en los días de la República, un comunista recorría pueblos y aldeas en una moto “dando mítines” en los que explicaba su programa económico: “Hemos de quitar la Iglesia a los curas, hemos de echar de su casa al rico (solo había uno en el pueblo en cuestión), hemos de expropiar el melonar al Juanico… Todo p’al pueblo”. El más viejo del lugar que liaba un pitillo a la sombra de un árbol, sin levantar la vista de la picadura de tabaco, preguntó: “Oye, ¿y la moto?”. El comunista pegó un salto y gritó: “La moto, ni tocala, que la moto es mía”. En estos tiempos de populismo exacerbado en los que EH Bildu propone la expropiación de viviendas a aquellos que no las alquilen en las condiciones que ellos dicen y en los precios que Otxandiano fije, importa poco que uno no quiera alquilar su casa, que la tarifa impuesta deje la cantidad recibida reducida a la insignificancia porque claro: gastos comunitarios (derivados de exigencias legales: por ejemplo, eficiencia energética), labores de mantenimiento… No digamos nada si el inquilino en cuestión deja de pagar a partir del segundo mes. Luego están los okupas en sus diferentes variedades. Como los que entraron en la casa de Victoria, una anciana (94 años) que se fue a pasar unos días a casa de su hermana y, de vuelta, se encontró con que no solo le había entrado en casa, sino que habían tirado los muebles al patio y otros enseres los habían vendido en un mercadillo cercano. La lista de okupaciones es amplia: Muskiz, Las Carreras, Sestao… Poner freno a este tipo de desmanes es, según Gara (18 de marzo), “abrazar la agenda reaccionaria” por parte de PNV. Y es que, a decir de Gara, lo que los jeltzales quieren es “deshauciar” a todo el mundo. Y se quedan tan tranquilos.

A Otxandiano y a los responsables de su campaña no les importan los datos objetivos. ¿Para qué? Por ejemplo: los 2.030 grandes tenedores acaparan el 3, 9 % de las viviendas de la CAV, de los que el 47,7 % son propiedad de instituciones públicas y de entidades sin ánimo de lucro. Por redondear, solo un 2% de las viviendas de la comunidad están en manos de está en manos de grandes tenedores privados. Algo que contrasta con otras comunidades como la Catalunya gobernada por ERC (por ejemplo, en Barcelona, una de cada cuatro viviendas está en manos de grandes propietarios).

En lo relativo al alquiler, se están dando dos fenómenos. Por un lado, se están sacando centenares de viviendas del mercado de alquiler para “proteger” su propiedad. Sin contar con la limitación del porcentaje de subida del precio del alquiler, si la inflación supera el precio límite, el propietario comenzará a hacerse cargo de gastos inasumibles para muchos. A ello hay que sumar que un inquilino deja de pagar alegando cualquier tipo de vulnerabilidad –algunas sobrevenidas como el cambo de adscripción sexual– y no hay forma de echarle.

A pasar de que la vasca es la comunidad que ha construido (con diferencia) más viviendas de promoción pública, se están dando algunos fenómenos: hay jóvenes que prefieren adquirir viviendas en el mercado libre. De la misma forma que no quieren un alquiler social porque creen que están enterrando el dinero que ganan sin más aliciente que un espacio para vivir.

Todo ello, sin hablar de la aparición de carteles donde se señalaban –con número de portal y piso– donde, según los responsables de tal cosa hay viviendas vacías. Es cierto que los carteles en cuestión duraron poco tiempo porque recordaban demasiado las estrellas de David con las que los nazis señalaban las casas o las tiendas de los judíos antes de atacarlas. Una mujer me preguntaba estos días: “Me he ido a vivir con mi hija y tengo mi casa vacía, aunque voy todos los días. ¿Me van a quitar la casa?”. No diría que no, le respondí.

Hay muchos destacados y conocidos miembros de la llamada izquierda aber-tzale que son dueños de segundas, terceras y hasta cuartas viviendas: chalets y adosados con preciosas vistas sobre la bahía de Lekeitio o sobre Urdabai, casa en Bilbao y apartamento en Benidorm o Denia, incluso en las Alpujarras. ¿Qué se hace con ese patrimonio inmobiliario de la IA? Eso ni se toca, que el chalecito de Gardata es mío. Como decía otro navarro ante estas cosas: “Viva lo pior” (lo peor).

Periodista