DURANTE las últimas dos semanas, se ha llevado a cabo una Korrika paralela que ha recorrido el mundo simultáneamente con la celebrada en Euskadi. Ha tenido lugar en Sídney, Tokio, Mumbai, Nueva York, el Sahara y en muchas otras capitales europeas, así como en México y Lima, entre otros lugares.
La Korrika de Lima se realizó específicamente al mismo tiempo que la que se llevaba a cabo al sur de Nafarroa, entre Cadreita, Milagro y Azagra. En la capital peruana, tuvo lugar en el elegante Parque María Reiche de Miraflores en un domingo de verano, con sus impresionantes vistas al océano Pacífico y con decenas de familias limeñas disfrutando de una apacible mañana haciendo ejercicio, paseando en bicicleta o sacando a pasear a sus mascotas.
La carrera también podría haber pasado por la Avenida Aramburu, que no estaba lejos, así como por las calles José Gálvez Barrenechea, General Mendiburu Manuel Augusto Olaechea, Alfredo Mendiola o Avenida Goyeneche, ya que Lima está llena de calles con nombres en euskera en honor a antiguos militares, ingenieros destacados, abogados o periodistas de origen vasco.
Nos convocó Alberto, secretario de la Euskal Etxea y originario de Sestao. Llegamos poco a poco hasta ser una veintena, todos de diferentes procedencias. El grupo era diverso, con estudiantes recién llegados de Euskadi, algunos sin tiempo ni siquiera para dejar sus maletas en el hotel; otros como Iván o Bittor con una década en Lima; y muchos más, como Mirentxu o el carismático Jon Guarrrotxena, presidente y fundador de la Euskal Etxea, que llevan toda una vida en Perú junto a sus familiares. Todas y todos compartimos el mismo sentimiento euskaldun que crece generación tras generación.
Después de la foto de rigor, Antton, de la mano de su hija Alaia, gritó a todo pulmón: Tipi-tapa, Korrika! Su voz resonó seguro hasta en su natal Leioa. Nos pusimos en marcha, los más pequeños sujetaban la pancarta y ninguno se detuvo a pensar en qué pensarían los limeños de Miraflores que nos escuchaban gritar en un idioma para ellos sin duda extraño. Durante ese momento, cada uno de nosotros y nosotras pensaba un poco en casa, en los recuerdos en Euskadi o parientes lejanos que aún residen allí.
Jon Guarrrotxena, nacido en Mungia, es uno de los que mantiene familia allí a pesar de las décadas. Vino a Perú como parte de toda una generación que llegó a trabajar en el puerto de Callao. Le pregunté qué lo mantenía en Perú, y me respondió en perfecto euskera: “Sentimendu asko nahasten dira nere herrira noanean”. No hizo falta decir más.
Después de la Korrika, nos fuimos “de jamada” a la Euskal Etxea, donde disfrutamos de un menú que incluyó tortilla de patata, txistorra, paella mixta y postre. Nos sentamos a mesa corrida y pagamos a escote, como en txoko. Alberto me mostró orgulloso su foto con Ibarretxe, allí el favorito. No se habló de política, se conversó de lo importante, sobre lo rica que estaba la txistorra, el último campeonato de mus, si las Magdalenas en Elantxobe seguían siendo lo que eran, las clases de euskera de los martes y un poco de fútbol, aunque sin pique.
A media tarde, todos regresamos a casa, pero en realidad volvimos a Perú, ya que durante ese tiempo estábamos en Euskadi. Nuestros corazones latían en euskera y se conectaban con la comunidad vasca que celebraba esta importante fiesta a favor del euskera en diferentes partes del mundo.
Durante los diez días que duró la Korrika, emocionados veíamos cómo pasaba por nuestros pueblos, en directo, con amigos y familiares corriendo. Su sonrisa era la nuestra, sin necesidad de coger un costoso avión, estábamos en Euskadi. El jueves, Gladys nos recordó emocionada en el grupo de WhatsApp que a las 4.20 del día anterior la Korrika había pasado por Mungia, el pueblo de Jon.
Desde que en 1980 se celebró la primera Korrika, inspirada en una carrera similar organizada previamente por la Comisión de Montaña del Club Deportivo de Bilbao, se ha convertido en el principal vínculo de conexión de miles de euskaldunes en diferentes partes del mundo, con un amor por el euskera inquebrantable. Ellos y ellas son los principales embajadores de Euskadi, recorriendo decenas de capitales durante casi dos semanas al ritmo de Tipi-tapa, Korrika!