CADA momento tiene sus propias características. El contexto social y político que estamos viviendo tiene las suyas en forma de inseguridad, confrontación y búsqueda de pactos políticos para una nueva legislatura. Después de haber vivido un intenso, prolongado y enfrentado periodo en el que ha predominado la descalificación y la imputación al oponente político por sus defectos, ocultando los propios, y sin poder sortear una endiablada aritmética parlamentaria para constituir un nuevo gobierno, nos encontramos en una permanente incertidumbre política. Nada vale de lo que se propone si lo que plantean no coincide con la propia posición. Las ideas de borroka y enfrentamiento se proclaman como la solución de todo. Imputar a los demás carencias e injusticias, cuando se ha estado ausente de cualquier colaboración, es engañarse a uno mismo, a la opinión pública y corromper el bien común.

1. La realidad social no es buena.

La situación internacional, tensionada por la crisis económica, una emigración sangrienta y las continuadas guerras de países emergentes y explotados, más la guerra de Ucrania, nos hace sentir la necesidad de una intervención eficaz para la defensa de los DD. HH.

En nuestro contexto concreto, no son pocos los motivos de preocupación que nos afectan en la vida cotidiana. Vivimos en un clima relajado de posmodernidad y consumismo desaforado, donde se desprecian muchas de las ideas y realizaciones que ha ido construyendo este pueblo, y que parecen desvirtuadas en estos momentos. Una vez más no nos olvidamos de la entrega y generosidad que constatamos en nuestro entorno. Una acción no siempre correspondida y valorada. Pero no seríamos testigos de la realidad y de la verdad constatable, si no señalásemos una serie de características que configuran nuestras relaciones sociales y proyectos, que condicionan nuestra vida:

—No queremos vivir con la obsesión por la inmediata búsqueda del prestigio personal y el triunfo económico a cualquier precio. Se habla mucho de diálogo y pacto, pero la idea de que cuando compartes algo no pierdes nada de lo que tienes, está lejos de nuestras relaciones sociales y políticas. La lucha legítima por la justicia, tanto en las relaciones laborales como en cualquier otro sector, de ningún modo debe desembocar en soluciones populistas irrealizables que solo sirven para alimentar la confrontación y el conflicto. Concordar soluciones posibles y medidas adecuadas, es construir un presente y un futuro más justos;

—No queremos una sociedad tecnocrática y efectista, donde las humanidades y la filosofía se arrinconen, desvirtuando el esfuerzo personal;

—No queremos una sociedad donde se menosprecie el trabajo bien hecho, la solidaridad compartida y la amistad sincera;

—No queremos una educación placebo donde, por encima de los graves problemas de la baja natalidad, de la integración de los inmigrantes y las dificultades para la organización justa de la enseñanza, emerge el debate ideológico público/privado, olvidando que además del papel del Estado, ha de tomarse en consideración el modelo educativo que los padres desean para sus hijos pues, aunque a algunos les cueste aceptarlo, los hijos son de sus padres y no del Estado… La nueva ley de Educación debe configurar un equilibrio estable para nuestras familias y centros escolares. Educar es mucho más que enseñar.

2. Pero es posible un futuro Mejor.

En la superación de muchas de estas formas de pensar y para reforzar nuestras relaciones y nuestra convivencia, además del papel de las instituciones públicas, cada uno de nosotros tenemos una parte de responsabilidad irrenunciable, sin estar siempre tratando de culpar de todo lo que sucede a los demás, aprovechando cualquier acontecimiento cultural o político.

Como hemos apuntado, la obsesión del propio triunfo por encima de todo y de todos, la malversación de bienes públicos y privados, la coacción y la amenaza para el oponente político, el alejamiento del sufrimiento de los más necesitados, así como el papel de la oposición, que también ha sido elegida para construir, han de ser una exigencia comprometida para cada uno de nosotros. Todos estos valores comunes, socialmente aceptados, nos deben conducir a un nuevo modelo de convivencia, donde se suscite la alegría de vivir compartiendo la regeneración de nuestro pueblo. Estamos construyendo un país nuevo: no enfrentado, que no busca la descalificación del oponente, que reconoce la injusticia inferida largo tiempo y desea la cotidiana solidaridad real, generador de una convivencia duradera. No solo son ideas teóricas, sino posturas y acciones concretas, mensurables y revisables para poder seguir avanzando.

Hemos salido, antes de ahora, de situaciones muy difíciles. También ahora hemos de ser capaces de superar nuestras contradicciones, pero para ello es necesario repetirlo una y mil veces: Nos hace falta otra forma de pensar, de vivir y de relacionarnos. Y ello es posible. l

Etiker son Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y José María Muñoa