Durante muchos años no faltó en el kiosco aquella famosa revista cuya portada era protagonizada casi siempre por una mujer con el pecho descubierto. Hubo incluso quien, una vez desaparecida, confesó haberse visto obligada a la sesión fotográfica para evitar la publicación de instantáneas más comprometidas. No entiendo la polvareda que se monta cuando Rigoberta Bandini o Amaral deciden mostrar sus pechos para revindicar la libertad femenina. Quizás sea porque ellas rompen los cánones establecidos y las otras, las de la revista, complacían otros cánones más mercantiles y de otra índole.