SE dice que la vida es un continuo tránsito, un continuo viaje, una búsqueda incesante en la cual no hay un único destino, si acaso la muerte como fatal meta final. En este recorrido se hacen múltiples hallazgos que a su vez vas dejando atrás al emprender de nuevo la marcha. Pero, ¿qué es lo importante, la búsqueda, el proceso o el hallazgo, la obra finalizada?

Hay quien empieza continuamente nuevas cosas, nuevos procesos, su mapa de viaje se parece a las raíces de un árbol, se diluye en las profundidades del tiempo y no arraiga en ningún lugar. Su vida se ha vuelto caótica, siempre de aquí para allá, no saben parar, detenerse a hacer balance. Pero esa incertidumbre constante les da ilusión, energía. Estas personas dirán y defenderán que lo importante es el emprendimiento, la obra en proceso, nada se acaba porque no lo saben acabar, no consiguen hallar nada concreto, nada les satisface.

Hay quien se echó a andar y su viaje era hermoso, lleno de novedades y descubrimientos, hasta que llegó prematuramente a su conclusión. Encontró su destino, su obra acabada le llenó de tal manera que desde entonces solo es eso, una repetición constante de sí mismo, una copia de su logro. Ya es incapaz de ir más allá. Su vida se ha vuelto plana, pero esa horizontalidad le da serenidad. Estas personas dirán que lo importante es concluir, mostrar una forma de ser reconocible, firme, una obra identificable. No hay más, ni le piden más a la vida, para ellos, para ellas, ya lo han logrado.

Hay quien, por una razón o por otra, nunca se echó al camino, se quedó donde estaba y toda su vida es y será un lugar controlado y controlable, no hay sorpresas ni tensiones. Su tránsito se reduce a recorrer lo conocido. No llega a ningún destino diferente porque nació, creció, vivió y se morirá en su propio destino. Su vida es como una elipse sin fin, pero ese rotar en sí mismo les produce una fuerte seguridad. Estas personas dirán que para qué tanto viaje, tantas preocupaciones externas, exponerse a tantos peligros, si todo está aquí, no hay que irse lejos para sentir lo mismo. Estas personas apuestan por lo tradicional.

Hay quien sale a buscar y no para hasta que encuentra y ese encuentro le llena, le satisface y cierra ese camino. Sabe que ese viaje le ha aportado todo lo que podía darle y concluye. Pero esta gente no se conforma con lo conquistado, retorna a su punto de salida y emprende otro nuevo camino, ya un poco más sabio. Volverá a buscar insistente, inquieto, hasta que de nuevo encuentre algo que le vuelva a colmar. No se perderá nunca en cada viaje que empiece, sabe que lo suyo es un periplo continuo, sabe el camino de vuelta y en su regreso vuelve a traer nuevos conocimientos, nuevas experiencias, nuevas obras. Sus viajes pueden ser a lugares exóticos como al interior de su ser, no es la distancia lo que le atrae sino entender lo que le rodea, entender a los demás, entenderse él, ella misma. Su vida puede parecer la de un alma atormentada, pero ese tormento le carga de esperanza. Estas personas hablarán con igual pasión del proceso de búsqueda como de la obra lograda. Saben que sin el primero no se consigue lo segundo y que, así mismo, una búsqueda sin ningún descubrimiento es un viaje más doloroso que apacible. No negarán que un viaje así es una experiencia más, pero el retorno con las manos vacías se torna agrio.

Jugando con un verso del bueno de Rosendo Mercado (Leño) en su canción Maneras de vivir, “No sé si estoy en lo cierto / lo cierto es que…” toda opción de vida es válida: perderse por los caminos sin saber regresar, o andar por una buena senda y pararse en un pequeño oasis, o no salir de tu refugio, de tu paraíso cercano, o andar y volver una y otra vez en una incesante búsqueda y descubrimientos.

Lo curioso de todo esto, y quizás lo más hermoso y maravilloso, es que a lo largo de toda una vida vamos pasando a veces sin ser muy conscientes, por todas esas maneras de entender la vida. Hay unas edades, momentos vitales que somos un terremoto, un tren a toda marcha, vivimos inquietos, agitados y dispersos, todo nos confunde. Hay, sin embargo, otros momentos de la vida que nos hemos centrado en una línea, en unos estudios, en un trabajo y hemos logrado consolidar algo. También nos pasa que tenemos una necesidad interna por saber más, por vivir otras experiencias, por enriquecernos intelectualmente y vamos probando cosas, saboreando pequeñas conquistas. Y llega un momento en la vida, que no tiene por qué coincidir con la vejez, que necesitas parar, quitarte de todo y de todos y descansar, abrir tu propio balneario virtual y relajarte para poder disfrutar de lo cercano, de lo que te rodea.

Lo que tendríamos que tener claro es que lo que para unos es válido y así lo aconsejan a los demás, para otros no lo es, su opción es totalmente diferente. Por eso, hoy en día que se abusa de mensajes sesgados que parecen acoger la verdad más absoluta, recomendando siempre una parte de la película, tiene sentido la frase de Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la verdad y ven conmigo a buscarla, la tuya, guárdatela”. Cada uno, cada una, tiene que encontrar su camino, su manera de vivir, su tiempo y su tempo, y si ese tránsito se hace acompañado, no cabe duda de que se vuelve al menos más ameno. Buen viaje amigos y amigas. 

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