RECUERDO como si fuera ayer la temida prueba de la selectividad. Los nervios, la incertidumbre, el pensar si sabré o no sabré. Dos días de puro desasosiego para concluir que, una vez pasado, tampoco había sido para tanto. Más de dos décadas después, veo los mismos nervios e incertidumbre. Y supongo que si pasara por las facultades de las universidades que estos días acogen la temida prueba –hoy llamada EAU– asistiría a la misma relajación que la que sentí yo una vez terminados los exámenes. La siguiente etapa, la nota lograda y si se supera el corte para la carrera elegida. Pero eso ya será otro cantar.