SIENTO mucho ser tan poco delicada, y poner un título mal sonante. Así es la vida, unas veces tiene sonido de violines y otras, raspa.. Pero, hay que utilizar las palabras con señorío.

Según la Real Academia de la Lengua, se dice –es textual– que braguetazo es casarse por interés con una mujer rica.

El termino braguetazo, que se sigue utilizando hoy en día, proviene de la Edad Media. En aquel entonces, hombres y mujeres no se desnudaban para hacer el amor. La dama levantaba sus sallas y el caballero abría su ventanita y sacaba su miembro viril. No había cremalleras ni botones, había braguetas.

Los reyes castellanos con finalidad de aumentar la población y, de paso, el numero de soldados, tenían una ley que premiaba al padre que engendraba siete varones. Al caballero con familia numerosa (obligatorio siete varones), se le concedía la hidalguía que llevaba consigo privilegios excepcionales de impuestos, cargos y rentas. Una especie de pensión vitalicia. Según cita histórica, quedaba libre de pechos tributarios o pechos de cargo. El nacimiento de una niña se consideraba una desgracia, si aún no contaban con siete varones. Para muchos hombres podía suponer el derrumbe de sus expectativas. Había un dicho que decía: llevar mala noche y parir una hija.

Los hidalgos reales empezaron a quejarse. Hidalgo era el señor que tenía una casa solariega o que descendía de una familia hidalga. En el reino de Castilla y León se les conocía como infanzones. Los infanzones constituían un grupo o escalón primero de la nobleza inferior en la Corona de Castilla y no podían soportar esa falsa hidalguía, y empezaron a llamarlos hidalgos de bragueta. El termino, con los años, se sigue utilizando con el mismo y literal significado. Para la Academia de la Lengua, braguetazo es: casarse con una rica heredera.

En las conversaciones frívolas y también serias, es normal decir: “Ha dado un braguetazo al casarse con…”, si se entendía que la señora era una mujer acaudalada y sin necesidad de que el marido aporte al matrimonio bienes materiales. Era –y es– un hombre sin oficio ni beneficio. Es decir, en su vida conyugal, no haría falta su sueldo para vivir.

Llegamos al siglo XXI. El empoderamiento de la mujer ha cambiado la sociedad. Ya no es una superwoman, trabaja fuera de casa y al volver sigue trabajando agobiada en el hogar. Cuantas, antes de ir a su jornada laboral –dependientas, profesoras, médicas…–, tienen que planchar, poner el lavavajillas y preparar la cena. La situación empieza a cambiar. La mujer que trabaja fuera del hogar se ha rebelado. La pareja, si ambos trabajan, tiene que ayudar y aportar el cincuenta por ciento, o la señora se va del hogar. Hay muchas sufridoras que, por miedo, permanecen supeditadas a su esposo, continúan arrastrando un matrimonio, que no les hace felices, toda la vida.

Los divorcios actuales –la mayoría, pedidos por las mujeres– suelen producirse cuando la mujer es dueña de su economía.

Las tornas han cambiado, puede ocurrir que una profesional bien situada –con casa propia e hijos mayores autónomos– empiece a ser un bombón apetecible. Un dulce deseado por gran número de hombres divorciados –deben de pasar parte de su sueldo a su anterior esposa–, y sin divorciar, que buscan estos mirlos blancos para dar su particular braguetazo. En esta ocasión se llamaría bragazo. La palabra bragazo aún no ha sido admitida por la Real Academia.

Son numerosos los bragazos de damas famosas –por ejemplo, actrices, cantantes– que mantienen a su marido, que se ha convertido en el compañero de la señora de...

La situación cada vez se va complicando más. Los jóvenes varones están entrando inconscientemente en esos bragazos con muy pocos años. Ahora, son las mujeres las que sostienen a los hombres con su trabajo. Como mi novio no trabaja, yo..., como mi marido ha tenido una remodelación en su empresa, se ha quedado en la calle y yo... La liberación de la mujer se ha encontrado con un nuevo tropiezo para ascender profesionalmente.

Cuidar niños, limpiar la casa y trabajar fuera, es algo muy difícil de sobrellevar. Por eso nacen menos bebés y un gran numero de matrimonios, adoptan la formula de ser libres a cambio de permanecer sin descendencia.

Las parejas prefieren no tener hijos y vivir con desahogo, sin casarse o casándose. Por muchas ayudas ridículas, por el nacimiento de nuevos niños, prefieren mantenerse sin ser padres.

Si usted mira a su alrededor, encontrará muchos ejemplos, sin esforzarse.

Siempre nos topamos con el divino señor don dinero. Hay muchas historias en torno a los millones. El amor no es suficiente. El dinero es un asco que ayuda bastante en esta vida. Un asco que debemos pagar por vivirla, con el sudor de la frente.

Jacinto Benavente, uno de nuestros escritores universales, decía: “En asuntos de amor, los locos son los que tienen más experiencia. De amor no preguntes nunca a los cuerdos, que es como no haber amado nunca”.

Periodista y escritora