EL escritor Salman Rushdie puede perder un ojo tras su apuñalamiento. Irónicamente, se cumpliría así la interpretación literal de la ley del Talión (ojo por ojo, diente por diente), vigente en ciertos regímenes, ideologías y religiones. No era el ojo el objetivo del agresor, sino acabar con su vida. Irán, de donde salió la fatua que condenaba a muerte a Rushdie, se desentiende y culpa al agredido. Si aplicásemos el talión, no sé cómo deberíamos tomarnos la ofensa a nuestros principios que nos supone a muchos algunas leyes, normas y fatuas de tanto ayatolá. Con un diente me vale.