PARECE que se avecinan tiempos oscuros, y no lo digo por los apagones de los escaparates. El INE acaba de confirmar la subida del IPC al 10,8% en julio, el peor dato en casi cuarenta años. Pero mientras para algunos vamos directos al iceberg, otros siguen tocando el violín. Veamos; se acaba de poner en marcha la operación salida del puente de agosto con más de siete millones de viajes por carretera. En los restaurantes cuesta conseguir reserva, en los aeropuertos hay overbooking, y las plazas hoteleras de costa cuelgan el cartel de no hay billetes. A ver, díganme, ¿quién calcula el IPC? Destituyan a ese agorero gafe y pongan en su lugar a un lameculos o a un Tezanos cualquiera. Nos iría mucho mejor. Con la inflación en Marte, y el precio de la luz en Venus, los bolsillos tiemblan y la cesta de la compra entra en pánico. El precio de los macarrones ha escalado hasta el 32%, el de la leche un 22,5%, los huevos se han convertido en artículo de lujo, y en el súper te cobran hasta por poner las lentejas en la cinta. Sin embargo, hay varios sitios donde la subida del IPC, o el gasto en electricidad, ni se nota. Uno es La Mareta (Lanzarote), donde descansan los que no están cansados, o La Moncloa, donde no pagan alquiler ni aunque estén de paso. Y eso que ¡ojo!, la gasolina ha vuelto a bajar. ¡No puede ser! Esto deber ser cosa de meigas y Núñez Feijóo. Tranquilos, nada de alarmas. Porque lo verdaderamente importante en este país es que ayer empezó la Liga. l

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