CUANDO la ultrainternacionalista China se pone hecha una furia con un discurso ultranacionalista y pone a rodar los tanques, navíos y aviones en torno a Taiwán; cuando el ultracomunista régimen de la colectivización de recursos se transforma en la estructura ultracapitalista que más capacidad de influencia ejerce sobre los mercados financieros, comerciales, y de materias primas; cuando el ultraateo Comité general del PCCh practica el culto al líder con mayor dogmatismo que lo más estricto de la Biblia, la Torá y el Corán juntos, todo lo demás suena a cuento chino.