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Colaboración

Arturo Aldecoa

A los que dudan

LOS partidos políticos democráticos me recuerdan mucho a escuadras de navíos que recorren las procelosas aguas de la política, en las que cada barco de la Armada es una organización territorial que surca un mar político diferente al de los otros buques, algo que les exige conocer bien los vientos y corrientes locales en la búsqueda de sus objetivos electorales.

A los que dudan

Independientemente del buen rumbo conjunto de cada escuadra, ligado a la habilidad y conocimientos de cada Almirante y su Estado Mayor, y su posible éxito global, un mal gobierno de una nave por su capitán local y su cuadro de oficiales y sus errores de cálculo pueden acercarlos a peligrosos arrecifes y llegar a perderse el buque y toda su tripulación.

Reflotar luego un barco político hundido en las rompientes locales y encontrar nueva oficialidad eficaz y marinería política suele ser difícil, y su destino será el desguace. Nada bueno para la democracia, pues los naufragios políticos engordan los populismos de todo signo y refuerzan a los grupos antisistema.

Los capitanes responsables de los desastres políticos y electorales tanto en la izquierda como en el centro y la derecha, (que en eso se parecen mucho) suelen ser incapaces de ver a tiempo hacia dónde arrastran a su nave y las causas por las cuales la conducen al abismo, pues la soberbia y el autobombo habitualmente les ciegan.

Que se lo pregunten a Pablo Iglesias, a Albert Rivera, a Pablo Casado, y, posiblemente dentro de poco, a Inés Arrimadas, a Yolanda Díaz y hasta al propio Pedro Sánchez y a la pléyade de líderes territoriales menores arrastrados por ellos al fondo del mar.

¿Cómo suceden sus naufragios? Quienes rodean al capitán no se atreven a decirle la verdad: que debe cambiar de rumbo o abandonar el puente de mando antes de que sea demasiado tarde. Algo muy habitual cuando se cree un auténtico Almirante todopoderoso y, en vez de buscar buenos oficiales, se rodea de grumetes, ascendidos al Estado Mayor no por su capacidad sino por su “fidelidad” personal (rodeándose de “amiguetes” que nunca se jugarán el cargo y el sueldito llevando la contraria al jefe, y solo saben repetir lo que les dice como loros).

Al final la realidad del mar electoral se impone, y los malos resultados de las singladuras políticas se llevan por delante a los Almirantes que no dan la talla, y, muchas veces, no solo a ellos sino a toda su escuadra (su partido) para beneficio de los extremismos.

Nuestra política tiene naufragios de este tipo en sus diversos niveles: español, vasco, territorial y local. No son raros los partidos en rumbo de hundimiento. Muchos de ellos organizaciones que son ya tiempo antes auténticos zombis, en realidad más muertas que vivas, aunque sus líderes intenten encubrir sus miserias con publicidad y palabrería hueca pues no quieren reconocerlas.

La causa a nuestro nivel más cercano es siempre la misma: la falta de buenos y formados capitanes capaces de llevar a puerto seguro su nave en las complicadas aguas de nuestro Cantábrico político.

Para a la vez dar voz a las tripulaciones, que intuyen que se las arrastra al naufragio, y no se atreven a verbalizarlo, intentar incitar a la reflexión a esos capitanes, que a veces parecen solo preocupados en mantener su rango, y a la vez urgir a los responsables de la flota la necesidad de cambios en los puentes de mando y rutas de esos navíos con tiempo suficiente antes de las siguientes elecciones, quiero dedicarles una poesía de Bertolt Brecht, titulada “A los que dudan”, cuyas palabras y versos políticos, pese a los casi noventa años transcurridos desde que fueronescritos, siguen totalmente vigentes para quienes desde el océano de las organizaciones políticas sepan escucharlos.

Tengo la esperanza de que se corrijan los rumbos y se eviten naufragios que sólo beneficiarían a los piratas extremistas que merodean en nuestras costas electorales democráticas y se nutren de los despojos y desastres del mar de la política.

“Nuestra causa va mal. La oscuridad aumenta. Las fuerzas disminuyen. Ahora, después de haber trabajado durante tanto tiempo nos hallamos en una situación peor que al comienzo.

Sin embargo, el adversario sigue ahí, más fuerte que nunca. Sus fuerzas parecen acrecentadas y presenta un aspecto invencible.

No se puede negar que hemos cometido errores. Nuestro número se reduce.

Nuestras palabras de orden se encuentran en desorden. El adversario distorsiona muchas de ellas hasta hacerlas irreconocibles.

Aquello que dijimos, ahora parece falso: ¿Mucho o poco, con qué contamos ya? ¿Somos lo que ha quedado, marginados de la corriente de la vida?

¿Marcharemos hacia atrás, sin nadie que nos comprenda y sin comprender a los demás? ¿No hemos tenido suerte?

Tú preguntas estas cosas. No esperes ninguna respuesta salvo la tuya.”

Quiero tener confianza: entre hombres audaces siempre surge entre la tripulación quién corrige el rumbo.

* Analista