HABLEMOS del año 2015. Fue un año extraordinario, como todos los años en los que pasan cosas, que diría Rajoy en sus diccionarios marianos, si no fuera porque fue un año siniestro de narices. Hubo atentados en París, se produjo la masacre en el semanario Charlie Hebdo y se estrelló, lo estrelló un piloto, el avión de Germanwings. Con esta sarta de tragedias imaginen que yo venga a contarles que ese año, hace siete del presente milenio, también se celebró el último debate del estado de la Nación. Un debate cuerpo a cuerpo entre Rajoy y Sánchez, concebido como un bolo artístico en rigurosísimo directo por el que siempre han pasado un montón de figurantes que entonces no sabían que eran figurantes como Rosa Díez, Antonio Hernando o Duran i Lleida. Así estaba el hemiciclo, por no estar no estaba ni Podemos ni Cuca Gamarra que se entregaba al poder municipal del Logroño de sus entretelas. Les cuento todo esto porque después de siete años y en un par de semanas vuelve el teatrillo más famoso de la Corte pero este sin segunda estrella principal. Sin Feijóo en el Congreso no será descabellado que el típico cara a cara acabe siendo esa masa coral de todos contra Sánchez, perdido ya el charming que atraía militantes como un imán y al que no le aguantan ni los socios ni los que le sustentan la silla. El manual de resistencia sirvió para tocar poder. ¿Servirá la receta para retenerlo?

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