OLO han pasado unos días desde que Jon Uriarteadmitiera que su plancha se había cuestionado seriamente la posibilidad de abandonar la carrera electoral Aludió entonces a los ataques de que estaban siendo objeto los miembros de la misma y otras personas cercanas, como el origen de un debate interno que concluyó con la decisión de seguir adelante. Ahora ya posee una razón de peso para aparcar la aspiración de entrar en Ibaigane; aunque se esfuerce en mezclar las cosas, no le vale con escudarse de nuevo en que agentes externos no identificados se afanan en el desprestigio de su proyecto colgando mensajes en la red.

Parece mentira que Uriarte y sus colaboradores, supuestamente más duchos que nadie en manejarse en determinados ámbitos de la comunicación, se hayan empeñado en querer aparecer a los ojos del socio como las desvalidas víctimas de un fenómeno que poco a poco ha adquirido la dimensión de complot organizado contra Izan Athletic, claro. Roza lo esperpéntico que ayer martes, una vez más, dejase caer este argumento a modo de atenuante en un contexto que le colocaba en una posición muy incómoda, por no decir crítica, ante la opinión pública.

Según se desprende de sus explicaciones, Uriarte estima más grave que alguien pueda descubrir y airear que la persona a la que tenía pensado entregar en mano las llaves de Lezama es un tipo repelente, que el hecho mismo de que ese tipo sea exactamente tan homófono, machista y racista como revelan esas fuentes anónimas. Es inquietante también imaginar, casi produce escalofríos, que de no mediar esa intervención de quien sea que fuese el encargado de sacar a relucir la retrógrada mentalidad de Carlos Aviña, este continuaría siendo el fichaje estrella de Uriarte, el visionario que iba a transformar el funcionamiento del club (incluida el área femenina), la piedra angular sobre la que pivotaría el futuro rojiblanco, el faro.

Inquieta que nada más saltar la liebre, Uriarte asegurase que su equipo se informaría de inmediato para contrastar la veracidad de las imágenes que han circulado sobre el tal Aviña y que, de confirmarse su autenticidad, adoptarían medidas. Por lo visto, no tuvieron tiempo suficiente previamente para enterarse de con quién estaban tratando, se fiaron de lo que les contaron o les contó el susodicho y, ufanos ellos, montaron para ayer el acto de presentación como si nada. Tan panchos.

No sé, a lo mejor con la edad uno se ha vuelto muy susceptible, pero encuentro desolador que un candidato a presidir el Athletic diseñe un plan que implica la elección de un indeseable para el cargo de máxima responsabilidad y, encima, pretenda exculparse deslizando que no se había enterado. Ah, ¿y ya está?

Denota irresponsabilidad e incapacidad, ambas en grado sumo. De ahí que su retirada, aparte de servir para saldar cuentas con el cuerpo social, constituiría una decisión de puro sentido común. Plegar velas a modo de muestra de respeto hacia la institución.

A la espera de noticias de Izan Athletic, que con el paso de las horas, entrada ya la noche, no se producían, me vino a la cabeza un comentario reciente de prensa. Su autor, con la mejor intención, pintaba un panorama muy interesante de cara al día 24. Se reafirmaba en la idea a partir de la dura competencia que preveía entre tres alternativas sólidas, de fuste, con opciones ciertas de éxito. Obviamente erró el tiro: Uriarte no ha dado la talla desde el comienzo. Este último episodio vendría a ser el remate de su obra, pero conviene no olvidar que cuando todavía prácticamente no había abierto la boca hubo seis mil personas que depositaron en él su confianza. Un aval objetivamente exagerado, hasta el punto de generar unas suspicacias que se hicieron públicas, al igual que las sospechas, por decirlo finamente, de que estaría incurriendo en una posible incompatibilidad a causa de sus obligaciones profesionales.

Tras el ruidoso silencio que ayer martes mantuvo Uriarte, acaso estuviese la deliberación, el cálculo de si el anuncio pendiente de la identidad del entrenador permitiría salir del atolladero, remontar. El perfil de Ernesto Valverde utilizado como cortina de humo con la que tapar el perfil de Aviña. Muchas horas de silencio para cosa buena.