RAS un largo paréntesis de cuatro años debido a la pandemia, la 31ª Bienal Internacional de Máquina Herramienta, la feria industrial más importante del Estado y gran escaparate tecnológico de la producción vasca, abrió ayer sus puertas en el BEC en un momento esperanzador pese a las incertidumbres existentes derivadas de la guerra y la crisis de suministros. Su celebración en esta coyuntura ya constituye un éxito. Pero además regresa con especial fuerza como una de las grandes citas del calendario en Euskadi después de que el sector haya hecho los deberes y haya logrado salir del profundo bache que supuso la inactividad y la crisis derivada del covid. Los datos de firmas expositoras presentes, procedentes de 28 países, así como de máquinas, productos y servicios -a la espera de los negocios y ventas que puedan firmarse durante estos días- así como de visitantes al encuentro corroboran el potencial de la máquina herramienta vasca y su indisoluble vínculo con la industria, confirmándose como auténtico motor de la economía. El sector ya logró el año pasado situarse en cifras prepandemia tras experimentar un incremento de actividad del 20%. No solo ha conseguido revertir la caída de más del 17% en la facturación que sufrió a causa del covid, sino que se ha sabido aprovechar la crisis como una oportunidad para abordar la mejora tecnológica y de fabricación avanzada que precisa la industria en general y la de vanguardia o la 4.0 en particular. Se trata de un sector estratégico de alto valor añadido imprescindible para la industria manufacturera y que da empleo a más de 16.000 personas en Euskadi. La Bienal se configura, así, como un encuentro “más necesario que nunca” en el que se ponen en contacto personal proveedores y clientes locales e internacionales. Una de las grandes virtudes de este certamen es, precisamente, su concepción como herramienta de contacto en un entorno propicio diseñado para abordar las oportunidades de negocio que puedan presentarse. Esta cita se ha considerado tradicionalmente un referente y un termómetro de la situación de la industria y de la economía tanto de Euskadi como internacional. De ahí la importancia y oportunidad de su celebración para todo el ecosistema industrial vasco. Es, además, el espejo en el que la CAV puede ver reflejada su capacidad de innovación tecnológica y digital y de competitividad en el entorno internacional.