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Es que es baratísimo

Que vaya por delante que las próximas líneas contienen el fruto de un bajón curioso. Me voy a poner en plan Grinch y estoy dispuesto a fastidiarle las compras de verano al más pintado.

Es que he recibido un bombardeo publicitario e informativo esta última semana sobre la apertura de la segunda tienda física en el Estado de la cadena china Shein y el retrato de nosotros mismos que aporta no es sorprendente, pero es como cuando uno mira dentro de una cloaca: ya sabes lo que te vas a encontrar pero no puedes evitar una arcada. La tienda se ha abierto en Madrid y la empresa es una compañía textil gigantesca que hasta la fecha ha situado sus productos a través de la web. Uno ya no sabe si citarla la favorece aunque se digan barbaridades de ella porque acaban siendo un anzuelo.

China, el último reducto del comunismo político es el mayor promotor del consumismo compulsivo, más dañino para el medio ambiente y más explotador de los trabajadores. Así que acaba reduciendo la ideología a un mecanismo para ejercitar el poder. Pero no nos perdamos en filfas filosóficas. Esto va de hacer negocio vendiendo barato, gastar masivamente y de forma continua.

Shein es capaz de lanzar productos nuevos cada semana porque produce a destajo y los diseños que crea más los que se parecen sospechosamente a los que crean otros los puede convertir en prendas en diez días. Producción a destajo, variedad infinita y vender bajísimo. Hay quienes le reprochan una huella ambiental desorbitada, dumping de precios, jornadas laborales maratonianas y calidad cuestionable. Pero para los miles de clientes que acudieron al estreno de la tienda en Madrid todo esto no puntuaba y, cuestionados sobre sus tres males -calidad, impacto ambiental condiciones laborales-, no se sentía concernidos, porque estaban parapetados tras una respuesta demoledora: "sí, pero es que es baratísimo”.