N la oficina de Mortadelo y Filemón, agencia de información, deben estar flipando con el espionaje de los teléfonos. Y todo porque al presidente Pedro Sánchez le llamó una latina muy simpática, le atendió y la ha liado parda. Buenas tardes, mi nombre es Gladys Gabriela y le llamo de Google. Es posible que su seguridad esté en peligro. Fasilíteme su correo y su contraseña y se lo compruebo. ¡Ejem! Por si alguien ha vivido estos días en una cueva, Pegasus, o mejor llámenle Mohamed (que es por dónde van los tiros), es un software de espionaje telefónico que exfiltra ficheros, contactos y contraseñas, monitoriza conversaciones, y recopila tantos datos como sea posible de la víctima cuyo teléfono infecta. En una historia digna de Anacleto. Agente secreto, convertido en hacker de altos vuelos, el espionaje político se ha colado en nuestras vidas como si no hubiera más bacalao que cortar. Y cuando todo parecía que no podía ser más rocambolesco, el PSOE decide vetar la comisión para investigar el asunto en el Congreso porque los 2,6 gigas de datos robados del móvil de Sánchez debían consistir, principalmente, en 10.000 selfis suyos. Mejor que el Pegasus ese funcionaban las paisanas del barrio sentadas tomando el fresco en la puerta y cotilleando sobre el vecindario. ¡Al CNI le retaba yo a que espíe el Alcatel de mi madre, más infranqueable que el zapatófono de Revilla que debe funcionar todavía con Airtel!

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